
Por Danitza Ortiz Viveros, seremi de Gobierno de Los Lagos.
A 52 años del golpe cívico militar que fracturó nuestra sociedad, aún nos queda mucho por reflexionar, reconocer y sanar. No se trata únicamente de mirar al pasado, sino de comprender que la memoria histórica es un pilar esencial para construir un presente y un futuro más justos y democráticos.
La memoria nos obliga a ir más allá de los horrores de la represión. Nos exige reconocer cómo la dictadura dejó un legado que todavía resuena en nuestra vida democrática: el nudo entre valores debilitados y la corrupción enquistada en diversas instituciones del Estado. Son ecos que persisten como una herida abierta que nos recuerda que la democracia no puede darse por sentada, sino que debe cuidarse y fortalecerse con transparencia, ética pública y participación ciudadana, para que nunca más la impunidad y los abusos de poder se instalen en nuestra historia.
En un año electoral en que algunos sectores relativizan los horrores de la dictadura, es imprescindible aprender del pasado con un ojo crítico y abrazar la democracia con más fuerza, unidad, diálogo, justicia y respeto. La historia nos recuerda dolorosamente que cuando se debilitan estos pilares, el costo lo paga la sociedad en su conjunto, especialmente las familias más vulnerables.
Hoy más que nunca debemos entender que la democracia no se agota en el voto, sino que se construye día a día en la convivencia, en la búsqueda de acuerdos y en el compromiso de garantizar derechos y dignidad para todas y todos. Que el 11 de septiembre nos sirva como un recordatorio de que la defensa de los Derechos Humanos y la promoción de la democracia son tareas ineludibles para cada generación.