Por Laura Wistuba Muñoz
Administradora Pública. Licenciada en Ciencias Políticas
Magister en Dirección Pública y Gobierno (c)
La disputa electoral que enfrentamos hoy ya no se explica por el eje tradicional de izquierda y derecha. Chile está parado en una fractura distinta y más profunda: élite versus ciudadanía, democracia versus autoritarismo. Ese quiebre se evidencia cuando una parte de la élite —representada por Kast— es incapaz de comprender la relevancia de políticas como las 40 horas, cuyo trasfondo es profundamente humano: más tiempo para vivir, para la familia, para el desarrollo personal. Un derecho básico que, desde ciertos balcones blindados, simplemente no se alcanza a dimensionar.
Mientras la ciudadanía requiere estabilidad, certezas institucionales y mejoras concretas en sus condiciones de vida, Kast se alinea con liderazgos como Meloni, Orbán, Bukele y Milei, referentes que operan sobre la concentración de poder, la erosión de libertades y un relato permanente de miedo. Modelos que se visten de eficiencia, pero profundizan la hostilidad institucional, restringen derechos y conducen a crisis de gobernabilidad de las que después cuesta décadas recuperarse.
En contraste, la candidatura de Jeannette Jara representa una propuesta de Estado seria, dialogante y capaz de construir mayorías estables. Su trayectoria lo demuestra:
- Reducción de jornada laboral a 40 horas
- Fortalecimiento de la PGU
- Acuerdos con oposición y sector privado que no fueron retórica, sino política pública concreta
Jara no improvisa. Sabe que gobernar exige escuchar, integrar y negociar sin renunciar al bienestar de las grandes mayorías. Sabe poner al país por delante.
Su programa aborda las urgencias ciudadanas con mecanismos claros y responsables:
- Ingreso Vital de $750.000
- Mujer Camina Tranquila
- Ruta Emprende Seguro
- Hipotecazo con PIE 0
- Rebaja del 20 % en la cuenta de luz
- Devolución del IVA de medicamentos
- Plan Oncológico Nacional
Son iniciativas que combinan sentido de realidad, impacto social y factibilidad técnica. Propuestas que entienden cómo funciona el Estado y qué significa implementarlas sin destruir instituciones ni comprometer la gobernabilidad.
Kast, en cambio, modifica propuestas, se contradice en los mecanismos y exhibe un desconocimiento profundo del funcionamiento estatal. Esa inestabilidad programática no ofrece certezas; habilita un salto al vacío que Chile ya no se puede permitir.
Porque este país sabe —por memoria institucional y experiencia cotidiana— que cuando nos fracturamos, perdemos todos. Chile necesita precisamente lo contrario: unidad, estabilidad, reglas claras, instituciones que funcionen y un liderazgo que respete la democracia en toda su magnitud.
Nuestro país merece un liderazgo que confíe en su gente, que construya para todos y que ponga en el centro la vida de quienes no tenemos nada asegurado. Un liderazgo que hable de futuro sin miedo y que gobierne con seriedad, humanidad y sentido de Estado.
Este domingo 14 volveremos a encontrarnos en las urnas, con la esperanza de que gane Chile: el Chile real, trabajador, digno y resiliente, ese que no se rinde ante ningún desafío. El Chile que merece certezas, gobernabilidad y desarrollo.
Este domingo tenemos la oportunidad de elegir un camino que nos devuelva aire, rumbo y una esperanza que no sea discurso, sino proyecto de país.
Nota editorial: Esta columna de opinión expresa exclusivamente las ideas y reflexiones de su autora o autor, y no representa necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Fresia Ahora ni de los medios asociados a la Sociedad Periodística del Sur. Nuestro medio promueve el pluralismo, la libertad de expresión y el debate de ideas en un marco de respeto y diversidad.
